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Turia

Francisco Llop

2018

El Plan Sur, cuya parte más visible es el llamado “nuevo cauce del Turia”, es una infraestructura  creada para desviar el cauce natural del río a su paso por Valencia evitando así posible episodios de inundaciones como los ocurridos en 1957. La lógica del desarrollismo obvia los efectos que estas transformaciones materiales provocan en el patrimonio inmaterial de la ciudadanía: los usos y las costumbres que se generan alrededor del río y que constituyen parte de nuestra identidad. “El río invisible”, de Francisco Llop, nos plantea una colección de preguntas, transmutadas en imágenes, que nos ayudan a comprender mejor esta realidad.

© Paco Llop. El río invisible
© Paco Llop. El río invisible
© Paco Llop. El río invisible
© Paco Llop. El río invisible

La espera invisible

«El río invisible» reinscribe una historia que comienza al quedar finalizadas las obras en Valencia del conocido Plan Sur (1965-1973). A raíz de las inundaciones sufridas por la ciudad, el gobierno franquista decide acometer un plan hidrológico que desvíe el cauce del río Turia en su tramo final, de modo que se evitara el paso por el núcleo urbano. Ese desplazamiento urbanístico supondría al mismo tiempo un desplazamiento de la experiencia social del espacio. Para empezar, produciría un deslizamiento lingüístico que sigue vivo: la gente llamaría “el río” a una acogedora zona ajardinada por donde el río ya no pasa. Es decir: el significante “río” acogería así como significado su propia ausencia, a la vez que el agua en curso fluvial atravesaría espacios socialmente periféricos, deshabitados. No obstante, para Llop, el carácter des-habitado del espacio se convierte en una oportunidad para re-habitarlo, para re-abrir la mirada, el foco, y atravesarlo como por primera vez, como las aves cruzan el cielo.

El acercamiento al río se concibe aquí como una afirmación de lo que ha quedado fuera de la ciudad, de su imagen canónica o turística, invisibilizado por las jerarquías del poder simbólico establecido. La experiencia colectiva se resarce así de su abandono también colectivo. Las fotografías de Llop atraviesan la intemperie de su propia humildad, de su precariedad a la hora de presentarse como un marco de vida, o quizá como una forma de necesidad: hacen emerger su condición expectante, se quedan en el aire. Gracias a la irrupción de esa intemperie consiguen señalar un espacio y un tiempo que no serían comprensibles de otra forma.

En relación con el espacio, una vez más, se diría que el espacio (en su diálogo con la luz) es de hecho el entramado característico donde la práctica fotográfica “tiene lugar” como tal. En “El río invisible” lo real interviene entonces como límite perceptivo, como un punto suspensivo que deja al tiempo emanciparse de su subordinación a la lógica de los relojes, de los calendarios, y permite que por fin pase en el sentido de que algo pasa, algo sucede. Si aquí algo “tiene lugar” es precisamente porque el tiempo no ha sido fijado ni detenido sino que ha podido pasar, discurrir como imagen. El río nos trae ahora un conocimiento de la singularidad y de la mortalidad, de la memoria y del olvido, sin el cual igual no podríamos ni querríamos vivir.

Texto de Antonio Méndez Rubio

Biografia

“Todos los proyectos personales que he realizado hasta la fecha son de largo recorrido en el tiempo y están siempre relacionados con mi entorno más cercano, en lo próximo, en mi cultura, pues entiendo que es la mejor manera de no quedarse en la anécdota o lo exótico, sino de hablar con la máxima profundidad posible y con total sinceridad de aquello que uno mejor conoce”.

Francisco Llop Valero (Paterna, Valencia, 1967) es Máster en Fotografía, Arte y Técnica por la Universidad Politécnica de Valencia.

Su primer proyecto fotográfico extenso ve la luz en 1998: «Arroceros». A este trabajo sobre los paisajes y las gentes dedicadas al cultivo del arroz en la zona de la Albufera, le seguirá «La cordà» (2002), un reportaje realizado a lo largo de varios años sobre la dimensión social y visual de la popular fiesta del fuego y la pólvora.

Marcado por la experiencia social de la crisis, durante el período 2006-2010, desarrolla el proyecto «Banca personal», retratando a los clientes a los que atendía personalmente en la oficina de la entidad financiera en la que trabajaba. «Banca personal» fue becado por la Obra Social de Caja Madrid, formando parte de las exposiciones itinerantes de sus centros de arte durante 2011 y 2012.

Destacan también sus series «Terrario» y «Habitario», en continuo proceso de elaboración, en las que aborda la relación hombre-naturaleza más allá, del enfoque documental, adentrándose en una perspectiva poética y sugerente.

Su obra forma parte de diversas colecciones públicas y privadas, entre ellas: Caja Madrid (Generación 2001), Ministerio de Medio Ambiente, Fundación Rafael Botí, Comunidad de Madrid, Diputación de Valencia, Diputación de Córdoba, Archivo del Territorio Histórico de Álava, Universidad Politécnica de Valencia, Fundación Bancaja, Obra Social CAM, etc.

En 2013 se sumerge en el proyecto «El río invisible» tras ser merecedor de la primera Beca Fragments de la Unió de Periodistes Valencians.

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